¿Qué piensan los rusos de la invasión?

14 Mar

No me gusta la simplificación. La sociedad rusa, en contra de lo que se suele transmitir o del resultado de los paripés electorales, es diversa y compleja, no podemos condensar su percepción de la invasión de Ucrania en un solo titular categórico. También debemos asumir que no disponemos de encuestas independientes y rigurosas que pulsen la opinión a este respecto, así que vamos un poco a ciegas. Mis conclusiones son de andar por casa, como todo en este blog, de lo poco o mucho que conozco la sociedad tras años viviendo allí, de conversaciones estos días con amigos y conocidos que guardo, de sus publicaciones en redes sociales, etc. Es una muestra pequeña y sesgada, pero imagino que mayor que la del español medio, así que intentaré explicarla.

Hay unos pocos rusos diametralmente en contra, que llamaremos la oposición dura: universitarios de grandes ciudades, la élite cultural y científica (antigua intelligentsia), gente viajada, oposición extraparlamentaria, etc. Son muy pocos, echadle un 5% a ojo de buen cubero, y a este grupo pertenecen los miles de valientes que han salido a la calle a protestar, a riesgo de un arresto seguro.

Me cuentan que las plazas y calles del centro de las grandes ciudades están atestadas de policía a diario, pero especialmente los fines de semana, más susceptibles de concentraciones. “Te paran y piden los papeles con solo verte andar despacio o merodear, porque eso ya te convierte en sospechoso”. A un amigo le pararon el otro día cuatro veces dando un paseo de buena mañana en el centro de Moscú. Algunos de estos abiertamente críticos, junto a otros sencillamente escépticos del futuro del país a corto-medio plazo, están empezando a emigrar, si la coyuntura familiar y financiera lo permite, y temerosos de que se cierre la frontera y se decrete la ley marcial. Es más, hay una propuesta de ley sobre la mesa para llamar a filas y mandar a Donbás a todos aquellos detenidos en protestas contra la guerra.

Los críticos de cocina

En segundo lugar hay un grupo grande y heterogéneo de gente disgustada pero resignada, poco implicada políticamente y temerosa de las consecuencias de alzar la voz. Los llamaré cariñosamente ‘críticos de cocina’, porque me recuerdan a aquella mayoría silenciosa en la URSS cuya crítica al régimen se circunscribía estrictamente a interminables y sesudas charlas en las cocinas. Los críticos de cocina apoyaron mayoritariamente en su día la anexión de Crimea, porque tenía más justificación histórica y, sobre todo, porque no se derramó sangre. Con la invasión de toda Ucrania es distinto. En las primeras horas y días, cuando el Kremlin no había cerrado todavía las redes sociales, algunos de este grupo más numeroso publicaron mensajes contra la guerra, de forma genérica y como concepto: “NET BOINÉ” + foto tierna. Recordemos que varios millones de rusos tienen lazos familiares en Ucrania. Los tíos de Odessa, la abuela en Jarkov o el hermano en Dnipro… El ‘No a la guerra’ apela en buena medida a esos lazos, a la preocupación lógica por sus familiares, un mensaje blanco, sin mención directa a la invasión ni crítica política explícita, no vaya a ser…

Pero, claro, en la espiral paranoica del Kremlin contra la libertad de expresión no hay lugar para sutilezas: ‘no a la guerra’ ya implica asumir que hay una guerra y no simplemente una “operación especial”, como dicta la línea oficial. Así que también esos mensajes pasaron pronto a estar proscritos, un lema contestatario, y como consecuencia a desaparecer por precaución de las redes sociales de los críticos de cocina. Alguno, me cuentan, perdió su puesto de trabajo por mensajes así en redes sociales: su jefe le llamó a la mañana siguiente y le ‘invitó’ a presentar su renuncia.

Por último hay una mayoría de población a favor. La cuestión es: ¿a favor de qué? En este grupo se mezclan los fervientes putinistas, “los de la ZETA”, con gente sencilla y humilde, de provincias o zonas rurales, con menos acceso a información y que no se cuestionan lo que poco que escuchan en las noticias. No significa que apoyen una masacre en un país vecino, pero no se pueden oponer a lo que sencillamente desconocen. Esa mayoría a favor se limita a aprobar lo que les martillea al unísono el monopolio mediático: que su país está en una cruzada quirúrgica contra el Gobierno “nazi” de Kiev, secundado por Occidente y responsable de un “genocidio” en Donbás. Así explicado: ¿quién podría oponerse, verdad? Esa narrativa es un insulto a la verdad, lo sabemos fuera de la burbuja, pero es todo lo que conoce la inmensa mayoría de rusos de lo que está pasando en Ucrania.

Y no es sino el resultado del metódico derribo durante años, ladrillo a ladrillo, de la libertad de prensa y la pluralidad de medios en el país: Putin se vacunó hace tiempo de la posible crítica interna a sus cacicadas extramuros, una ‘ventaja’ en tiempos de guerra respecto a las democracias. Por si fuera poco, y por no dejar ningún cabo suelto, desde el comienzo de la invasión el Kremlin ha cerrado las principales redes sociales (Facebook, Twitter, Instagram) y aprobado una ley que pena con cárcel publicar información de Defensa que se desvíe de la línea oficial. Es decir, llamar «invasión» a la invasión. Las cadenas críticas han dejado de reportar sobre el tema, sino directamente cerrado, y los periodistas extranjeros han abandonado el país. La novela de Orwell no acaba ahí: en los colegios se imparten charlas a niños de primaria explicando la “operación especial de desnazificación”, conozco casos de primerísima mano. A los padres, por su parte, se les envía una circular advirtiendo de que cualquier acción o gesto contra la guerra de sus hijos tendrá repercusiones.

El papel de las sanciones

Un factor clave en el rumbo de la opinión pública pueden ser las sanciones. Aquella amenaza de que afectarían más a Europa que a Rusia se ha demostrado una sandez, todos los rusos que conozco se están viendo afectados en aspectos clave de su día a día, y no hablo de que la gasolina suba unos céntimos. Los medios occidentales se quedan en la anécdota, la foto, el cierre de McDonalds, Apple, IKEA o Zara, pero el mazazo viene por las sanciones bancarias-financieras. Conozco casos de gente muy cercana en Rusia que ha tenido que cerrar su pequeña empresa después de 20 años, que han perdido su trabajo, que no tienen forma de cobrar por él o que no pueden acceder a sus ahorros.

Sinceramente, Europa y EEUU tuvieron tiempo para una redacción más fina de las sanciones, bajar al detalle para minimizar en la medida de lo posible que paguen justos por pecadores, que es lo que sucede cuando matas moscas a cañonazos. Las moscas, en este caso, deberían ser Putin, su entorno, el establishment, las estructuras de poder y la oligarquía. En otras palabras, los responsables y sus compinches. Soy consciente de que es imposible no salpicar, pero también es importante hacer el esfuerzo y transmitirlo. Porque si asfixiamos al ruso de a pie con sanciones arbitrarias de trazo grueso, el resultado probable es que el segundo grupo, los críticos de cocina, en el que residen las lejanas esperanzas de una movilización interna contra la invasión, acaben haciendo piña con el Kremlin y se envuelvan en la bandera.

Lo siento, pero hay sanciones que suenan a vendetta contra Rusia, como país, más que a estrategia de castigo y desgaste por la guerra. Por ejemplo, la descalificación de deportistas y clubes rusos, o el veto a artistas. Para empezar, porque es mezclar churras con merinas y sentar un precedente peligroso. Y para continuar, porque el deporte y el arte son una de las pocas plataformas donde los rusos aún pueden expresarse libremente. Pienso en el tenista Andrey Rublev, cuyo mensaje contra la guerra dio la vuelta al mundo. ¿De veras queremos vetar eso?

Recordemos, por favor, que esta cruzada mesiánica de Putin en Ucrania no representa a los rusos, sino solo a él mismo, porque a nadie más le debe explicaciones. Los problemas de los rusos por las sanciones no son comparables al sufrimiento del pueblo ucraniano y cuesta empatizar con ellos en estos días, cuando son los misiles de su ejército los que están aplastado Ucrania. Pero tengamos claro que los rusos de a pie en esta historia más que cómplices son cautivos, rehenes de las aspiraciones de un caudillo aislado en su palacio, rodeado ya solo de aduladores y temerosos.

5 respuestas to “¿Qué piensan los rusos de la invasión?”

  1. Iurde marzo 15, 2022 a 9:00 am #

    Gracias por tu texto. En general, creo que coincido contigo en tus apreciaciones, pero también deberíamos reflexionar sobre la prácticamente total ausencia de información que hemos tenido en «Occidente» sobre lo que viene ocurriendo en el Donbass desde 2014, y me refiero a la práctica guerra civil que hay allí, en la que en esta ocasión las principales víctimas eran los civiles rusófonos. Las milicias del Batallón Azov (neonazis) durante meses campaban a sus anchas cometiendo todo tipo de abusos ante la pasividad del gobierno de Kiev. Pasividad…o connivencia. Al final, con el apoyo de Rusia, se formaron milicias pro-rusas y se autoproclamaron independientes, lo que no frenó, ni muchos menos, los actos violentos ni los bombardeos con artillería. Esta situación no justifica la invasión de Ukrania ni los afanes expansionistas o lo que sea que se le esté pasando por la cabeza a Putin, pero la población rusa sí ha estado recibiendo información (o desinformación) sobre el Donbass todos estos años, así que su percepción tampoco es como la nuestra. Por otra parte, no sabemos qué consecuencias pueda tener esta machada de Putin a escala geopolítica, pero también es verdad que la OTAN ha estado tentándole desde hace tiempo para que montase alguna de las suyas. Y al final, encontró un pretexto. Y nada une más a la gente que una «cruzada» en plan partido de fútbol: mi equipo contra el tuyo. Los militares argentinos lo hicieron en las Malvinas. Y Margaret Thatcher respondió con lo mismo. Lamentable, como todas las guerras.

    • karusito83 marzo 15, 2022 a 9:31 am #

      Mil gracias por leer y por tu comentario 🙂

      Efectivamente, en Donbás hay un conflicto congelado desde 2015 y violaciones frecuentes (de baja intensidad) del alto el fuego… por ambos bandos. Además, miembros tanto el bando ucraniano como el prorruso han cometido tropelías ocasionales allí durante estos años, me da igual el batallón azov que los mercenarios y paramilitares rusos. Las guerras no son bonitas. Cuestión diferente es que la propaganda rusa haya dado altavoz y exagerado esas tropelías aisladas del bando ucraniano para acabar justificando la mayor de las tropelías, que es su invasión.

  2. 33fer marzo 15, 2022 a 10:56 am #

    Mira, el otro día estuve escuchando un podcast (creo que se dice así) con Arturo Pérez Reverte y allí él hablaba de que en estos conflictos todas las partes intentan de inicio establecer una disputas entre buenos y malos. Los rusos cuentan que están desnazificando , los ucranianos que han sido invadidos sin ningún tipo de causa y occidente aprovecha para lastrar a Rusia. Esto no es blanco vs negro, aquí hay grises por todos lados.

    Ucrania ha permitido a milicias campar a sus anchas, Occidente ha intentado arrinconar a Rusia saltándose la mayoría de tratados firmados desde la caída del muro y Rusia pues con Putin a la cabeza pues si puede cometer alguna tropelía para su propia gloria y para decir aquí estoy yo pues … en fin grises y más grises.

    Y a todo esto China encantada de ver como se erosionan unos a otros regalando a los chinos el liderazgo económico.

    • karusito83 marzo 15, 2022 a 12:11 pm #

      Gracias por leer y comentar, @33fer

      «Occidente ha intentado arrinconar a Rusia», no estoy de acuerdo con eso. Rusia tiene 20.000kms de frontera terrestre y solo un 6% es a países OTAN. De los 15 vecinos con frontera directa, solo hay dos con armamento nuclear: China y Corea del Norte… ¿De veras que la amenaza es ‘Occidente’?

      Rusia ya tiene frontera terrestre con cinco países de la OTAN, varios de ellos entraron ya con Putin en el poder. Por cierto, en ninguno de esos cinco se ha desplegado armamento nuclear, precisamente por respeto a Moscú. Por otro lado: ¿de veras creemos que Putin ha decidido invadir y reducir a escombros un país soberano, del tamaño de Alemania e Italia juntos, solo de forma preventiva para que no entre en la Alianza Atlántica, cuando ya tiene cinco vecinos OTAN? No seamos ingenuos. Esto tiene raíces mucho más profundas, historico-culturales, la ‘reunificación’ de la nación rusa. La OTAN y Donbás solo son excusas amplificadas por la propaganda.

      Que el batallón Azov sea desafortunado, un atajo de paramilitares fachas al que se ha dado demasiada manga ancha, no cambia que son solo 2.000 en un país de 45 millones de habitantes en el que la extrema derecha ni siquiera consiguió representación parlamentaria en las últimas elecciones. La propaganda rusa se esfuerza en sobrerepresentarlos. Se toma a esos 2.000 exaltados, se da altavoz a sus fotos y actos, y se crea una justificación para una guerra. Es como si en Francia empiezan a repetir al unísono y durante meses los vídeos de las concentraciones de Falange en Mingorrubio, que son proporcionalmente cuatro gatos en España, y convencen al pueblo galo de la necesidad de invadir preventivamente España.

      • 33fer marzo 15, 2022 a 1:44 pm #

        Estoy de acuerdo contigo, pero solo quería decir que no son buenos contra malos, que hay uno muy malo, pero que el resto también tienen sus días turbios, que aquí no hay hermanitas de la caridad.

        También es cierto que en un lado no hay libertad de expresión, ni libertad de prensa, incluso puede que te envíen al frente si alzas la voz, pero en el otro lado también se empieza a tener un cierto tufillo a acallar a ciertas personas, primero se han vetado los medios rusos y luego en las redes sociales o twitch si tienes un discurso poco contrario a Putin eres baneado. Ojo a esa libertad occidental.

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